09 julio 2009

El tango de Copi


Copi se sentó al piano, acarició un instante las teclas y respiró profundamente. Y, sin mediar nada, como en un cuento de Julio Cortázar, se arrojó al vacío de la noche, que aún paladeaba el sabor de una música de bandoneón. Cantó con hondura y desgarro el tango ‘Garganta con arena’ de Cacho Castaña como si no hubiera hecho otra cosa en toda la vida. Buenos Aires de noche huele a París, a melodía de arrabal, a furioso amor, a sorpresa. El cantante y compositor de Borja, con esa única pieza, arrancó suspiros e hizo olvidar los instantes convulsos de un país “acaso ingobernable”: la derrota de Kirchner, la dimisión de la ministra de Salud, los muertos de la gripe que se multiplican.

Al día siguiente, en el Centro Cultural de España en Buenos Aires desgranó, en una entrevista improvisada, su trayectoria. Copi es uno de los ocho hijos de un tabernero de Borja, un hombre apacible que padece la enfermedad del sueño. Desde muy pronto, se vino a Zaragoza e ingresó en los Infanticos del Pilar. Volvía a su pueblo dos semanas al año, y un día lo señalaron como el hermano de Copi, aquel zagal al que le habían regalado una bicicleta.

Su hermano se fue del pueblo y él se quedó con su nombre: Copi, como Fausto Coppi, el ciclista italiano que se coronó en el Tour, en el Giro y en el amor de ‘la dama blanca’. De ahí, pasaría al rock y a la música popular, y acompañaría a los Héroes del Silencio y a Enrique Bunbury durante una década. Se curtió en viajes, conciertos y experiencias, y fue creciendo hasta crear su propio estilo, su propia banda. Una mujer de La Plata, Natalia, le robó el corazón y él allá se ha ido, con la música en el cuerpo, con la emoción en el alma, dispuesto a cantarse a sí mismo y a cantar a Aníbal Troilo o a Discépolo, con esa vocación de felicidad que se expande, hacia el mundo y hacia Borja, desde Buenos Aires.




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