El ex líder de Héroes del Silencio sigue con su impecable carrera en solitario en su nuevo CD ‘Las consecuencias’, que estrenó el martes.
Enrique Bunbury dice que quería que su nuevo álbum fuera un disco ‘sencillo, que en ningún momento pareciera algo complejo’. Emi Music ‘Las consecuencias’, un disco más intimista, dice el cantautor.
La cita es en la última planta del legendario edificio de Capitol Records en Hollywood. Desde la ventana de la sala de mezclas donde Enrique Bunbury se citó con La Vibra se divisa el centro de Los Ángeles, casi 6,000 millas de distancia del Aragón que lo vio nacer y la España que lo vio triunfar primero al mando de Héroes del Silencio. Con el paso del tiempo, Bunbury no sólo consiguió dejar atrás la triunfante etapa en dicha banda —cuya gira de despedida final tuvo lugar hace tres años—, sino que se ha moldeado una trayectoria como solista que se puede definir de muchas formas, aunque la más apropiada sea ejemplar.
Con tal palabra no se trata de definir su música o el resultado de sus grabaciones: simplemente, el cantante español ha navegado por tantos estilos, se ha sumergido en tantas propuestas y se ha redefinido en tantas ocasiones, que es difícil encontrar un artista con similar talento en el panorama de la música latina.
Las consecuencias es su nuevo CD en solitario, una obra intimista, reforzada por el empleo del piano, los arreglos simples (que no sencillos) y elegantes, plagada de melodías emotivas y entrañables.
Lejos de los elementos electrónicos de Radical Sonora, de las referencias literarias de Viento a favor, del experimento lírico que fue Flamingos, de la mirada a Latinoamérica de El viaje a ninguna parte o de la explosión rockera de Hellville de Luxe, que fueron algunos de sus álbumes precedentes, Las consecuencias "nace por oposición [a Hellville de Luxe], que era de rocanrol, con más tempo, más vitalista", comenta Bunbury. "Este es un disco más interior, es como la cara oscura de la moneda del anterior".
Y tal objetivo quedó dibujado de inmediato. "Fue un acto premeditado", asegura el también compositor, que actuará en mayo en Los Ángeles y Ahaheim. "En este caso tenía muy claro desde el día después de terminar Hellville de Luxe que sabía perfectamente cómo quería que sonara este álbum".
Su principal interés, continúa, fue que Las consecuencias fuera un disco "sencillo, que en ningún momento pareciera algo complejo. Todo lo contrario, que fuera un disco de cámara, que pudiéramos tocar ahora mismo aquí, de forma sencilla y natural. Ese fue el propósito, que sonara superíntimo, cercano a la vez y sin demasiados aspavientos".
"Queríamos ir a lo básico de las canciones. Al final eso es lo más complicado. Pero también puedo decir que este ha sido el disco más sencillo de grabar. Quizá por eso se llama Las consecuencias, porque es la consecuencia de lo que hemos hecho anteriormente, de todo el trabajo que hemos realizado durante veinte años".
A diferencia de algunas de sus obras previas, Bunbury tiene claro que a la hora de trasladar el nuevo álbum a un escenario, "lo que es más importante es encontrar los recintos más adecuados. No se puede perder la transmisión entre el escenario y el público [por lo que] estoy pensando en escenarios más pequeños, teatros donde la gente esté sentada, recintos cerrados".
Y aunque respeta a su audiencia, este zaragozano de 42 años —cuyo nombre completo es Enrique Ortiz de Landázuri Izardui— nunca piensa en ella cuando compone canciones, porque "llevo veinte años haciendo discos y no tengo ni idea de lo que quiere el público", dice entre risas.
"Nunca me pregunté lo que iba a pensar el público" de Las Consecuencias, asegura. "Pensé que Hellville de Luxe era el disco que iba a ser mejor aceptado y que este iba a ser más difícil. Era como dar una de cal y otra de arena. Quería decirle al público que tenía una cara más optimista, vitalista, para todos los públicos, y esta que, a lo mejor, necesita más atención y reflexión por parte del oyente".
"Al final me estoy quedando muy impresionado, porque tanto en España como en México entró directo al número uno y está funcionando muy bien. Te puedo jurar que no me lo esperaba para nada. Pensaba que este era un disco de perfil menor, bajo. Pero no, se está aceptando espectacularmente bien".
Bunbury, que inició su carrera musical cuando a los 14 años creó la banda Apocalipsis mientras iba a la escuela, reconoce que "todo" le influencia. "Al final todo pasa por la trituradora", continúa.
"Y aparece de la forma más insospechada en los textos, en la música, en el resultado final, que siempre esperas que sea lo suficientemente personal para que no se noten tus influencias. En mis discos cada vez está más claro quién es el autor, pero no me importa para nada que se sepa qué es lo que he estado disfrutando literariamente o cinematográficamente en los últimos años. En este disco se notan determinados autores que he estado escuchando y no me preocupa reconocer la influencia de Leonard Cohen o Johnny Cash".
Durante las tres últimas décadas, ya sea como miembro de Héroes o como solista, ha recorrido medio mundo conectando con sus fans a ambos lados del Atlántico.
Al respecto reconoce que "sí noto" una diferencia entre la audiencia de un país comparado con la de otro, "pero no la quiero provocar. Existe circunstancialmente. Yo llevo viniendo a Estados Unidos durante mucho tiempo, y mi público es latino".
"El público latino, desde que empecé a venir a California, Chicago y Nueva York, Houston, al día de hoy, ha cambiado mucho. Al principio era de primera generación y ahora me encuentro con gente que le cuesta más hablar castellano y la radio que escuchan es [mayoritariamente] anglo. Ya no es una generación nostálgica del pasado. Esa es una circunstancia de los latinos de aquí".
"Cuando voy a México o Argentina, las diferencias son muy palpables", prosigue. "El público mexicano no tiene mucho que ver con el argentino. Y lo mismo ocurre en España: el público español de hace cinco años es distinto con el de ahora, que está viviendo una época de crisis, un par de años tristes..." .
"Todo eso lo ves en el concierto y te sientes responsable de que este público ha pagado mucho dinero y me preocupo para que regresen a casa con una sonrisa en la boca. Ni que les dure poco. Pero tengo que intentar hacerlo. Todas esas son circunstancias ajenas a mí, porque la música es la misma. Pero a cada lugar vas con las circunstancias que rodean al público que asiste al concierto e intento ser consciente de lo que les pasa".
Con la música como parte indisoluble a su personalidad durante la mayor parte de su vida, Bunbury duda a la hora de responder dónde se ve en quince años.
Cuando lo hace, exclama riendo: "¡En la residencia de ancianos! Ya he visto una por aquí en Los Ángeles que me ha encantado".
Más serio, afirma que "pues no sé. A lo mejor empiezo a pensar que los discos no son lo más importante de mi vida y que hay determinadas cosas que necesitan más de mi persona". "Y me importa menos esa ambición que todavía tengo por tocar en un concierto y llenar un local enorme y satisfacer a la gente. Son las cosas que tenemos los artistas, que queremos avanzar en nuestra carrera. No sé si en quince años eso será lo importante".
Ahora mismo, lo que sí es prioritario es proseguir con su carrera como solista, aunque al respecto reconoce que "en ningún momento abandonas un grupo y en ningún momento dejas de ser un solista. Por mucho que en la portada del disco ponga Enrique Bunbury, yo trabajo en equipo, con un mánager, un ingeniero de grabación que lleva diez años conmigo, mi asistente de producción que lleva 15 años, mis técnicos, mis músicos, a los que trato de cuidar para que estén conmigo el máximo tiempo posible...".
"En realidad trabajo igual que cuando estaba en un grupo. Y mi ambición era exactamente igual a la de ahora: transmitir cosas muy interiores, personales. Yo escucho cosas que hacía con Héroes del Silencio que eran tan personales, tan mías, como cuando canto ahora mismo. No le encuentro tanta diferencia. La única es el nombre que aparece en la portada".
Desde que empezó a navegar con Héroes del Silencio, en 1984, la industria musical ha cambiado radicalmente, hasta el extremo que se habla de una crisis eterna. Para un artista como él, la única forma de lidiar con ello es "obviándolo todo", sentencia. "El problema dentro de la industria es un problema de transición. Estamos en un lugar entre dos aguas, en el que tarde o temprano todo se va a situar en un cauce normal". "Ahora mismo quedan tantas incógnitas por resolver que al final cada uno tenemos que dedicarnos a hacer lo que tenemos que hacer. Yo tengo que componer canciones y hacer conciertos. Y voy a intentar tirar por ese lado".
Bunbury prosigue afirmando que "yo tengo mis teorías con respecto a lo que está sucediendo con la industria y cómo se puede resolver. Hay muchas fórmulas, pero mientras tanto la nave se está tambaleando que da miedo. El mar es muy jodido y cuando el barco se mueve parece que se está hundiendo el mundo y no hay posibilidad de salir con vida. Afortunadamente, después de la tormenta llega la calma".
"Ahora mismo estamos en una época tormentosa en la que hay que resolver muchos asuntos. Una vez se resuelvan ya nos iremos haciendo una idea de cómo se pueden seguir haciendo discos. A lo mejor la industria discográfica debería cambiar de nombre y no hablar de discos, sino de industria en torno a la música. Eso es lo que importa. Y ahí hay muchas fórmulas. Las nuevas tecnologías nos están beneficiando y perjudicando. Todo es cuestión de balance", concluye.
Entrevista y texto: Josep Parera
Entrevista: La Opinión
Enrique Bunbury dice que quería que su nuevo álbum fuera un disco ‘sencillo, que en ningún momento pareciera algo complejo’. Emi Music ‘Las consecuencias’, un disco más intimista, dice el cantautor.
La cita es en la última planta del legendario edificio de Capitol Records en Hollywood. Desde la ventana de la sala de mezclas donde Enrique Bunbury se citó con La Vibra se divisa el centro de Los Ángeles, casi 6,000 millas de distancia del Aragón que lo vio nacer y la España que lo vio triunfar primero al mando de Héroes del Silencio. Con el paso del tiempo, Bunbury no sólo consiguió dejar atrás la triunfante etapa en dicha banda —cuya gira de despedida final tuvo lugar hace tres años—, sino que se ha moldeado una trayectoria como solista que se puede definir de muchas formas, aunque la más apropiada sea ejemplar.
Con tal palabra no se trata de definir su música o el resultado de sus grabaciones: simplemente, el cantante español ha navegado por tantos estilos, se ha sumergido en tantas propuestas y se ha redefinido en tantas ocasiones, que es difícil encontrar un artista con similar talento en el panorama de la música latina.
Las consecuencias es su nuevo CD en solitario, una obra intimista, reforzada por el empleo del piano, los arreglos simples (que no sencillos) y elegantes, plagada de melodías emotivas y entrañables.
Lejos de los elementos electrónicos de Radical Sonora, de las referencias literarias de Viento a favor, del experimento lírico que fue Flamingos, de la mirada a Latinoamérica de El viaje a ninguna parte o de la explosión rockera de Hellville de Luxe, que fueron algunos de sus álbumes precedentes, Las consecuencias "nace por oposición [a Hellville de Luxe], que era de rocanrol, con más tempo, más vitalista", comenta Bunbury. "Este es un disco más interior, es como la cara oscura de la moneda del anterior".
Y tal objetivo quedó dibujado de inmediato. "Fue un acto premeditado", asegura el también compositor, que actuará en mayo en Los Ángeles y Ahaheim. "En este caso tenía muy claro desde el día después de terminar Hellville de Luxe que sabía perfectamente cómo quería que sonara este álbum".
Su principal interés, continúa, fue que Las consecuencias fuera un disco "sencillo, que en ningún momento pareciera algo complejo. Todo lo contrario, que fuera un disco de cámara, que pudiéramos tocar ahora mismo aquí, de forma sencilla y natural. Ese fue el propósito, que sonara superíntimo, cercano a la vez y sin demasiados aspavientos".
"Queríamos ir a lo básico de las canciones. Al final eso es lo más complicado. Pero también puedo decir que este ha sido el disco más sencillo de grabar. Quizá por eso se llama Las consecuencias, porque es la consecuencia de lo que hemos hecho anteriormente, de todo el trabajo que hemos realizado durante veinte años".
A diferencia de algunas de sus obras previas, Bunbury tiene claro que a la hora de trasladar el nuevo álbum a un escenario, "lo que es más importante es encontrar los recintos más adecuados. No se puede perder la transmisión entre el escenario y el público [por lo que] estoy pensando en escenarios más pequeños, teatros donde la gente esté sentada, recintos cerrados".
Y aunque respeta a su audiencia, este zaragozano de 42 años —cuyo nombre completo es Enrique Ortiz de Landázuri Izardui— nunca piensa en ella cuando compone canciones, porque "llevo veinte años haciendo discos y no tengo ni idea de lo que quiere el público", dice entre risas.
"Nunca me pregunté lo que iba a pensar el público" de Las Consecuencias, asegura. "Pensé que Hellville de Luxe era el disco que iba a ser mejor aceptado y que este iba a ser más difícil. Era como dar una de cal y otra de arena. Quería decirle al público que tenía una cara más optimista, vitalista, para todos los públicos, y esta que, a lo mejor, necesita más atención y reflexión por parte del oyente".
"Al final me estoy quedando muy impresionado, porque tanto en España como en México entró directo al número uno y está funcionando muy bien. Te puedo jurar que no me lo esperaba para nada. Pensaba que este era un disco de perfil menor, bajo. Pero no, se está aceptando espectacularmente bien".
Bunbury, que inició su carrera musical cuando a los 14 años creó la banda Apocalipsis mientras iba a la escuela, reconoce que "todo" le influencia. "Al final todo pasa por la trituradora", continúa.
"Y aparece de la forma más insospechada en los textos, en la música, en el resultado final, que siempre esperas que sea lo suficientemente personal para que no se noten tus influencias. En mis discos cada vez está más claro quién es el autor, pero no me importa para nada que se sepa qué es lo que he estado disfrutando literariamente o cinematográficamente en los últimos años. En este disco se notan determinados autores que he estado escuchando y no me preocupa reconocer la influencia de Leonard Cohen o Johnny Cash".
Durante las tres últimas décadas, ya sea como miembro de Héroes o como solista, ha recorrido medio mundo conectando con sus fans a ambos lados del Atlántico.
Al respecto reconoce que "sí noto" una diferencia entre la audiencia de un país comparado con la de otro, "pero no la quiero provocar. Existe circunstancialmente. Yo llevo viniendo a Estados Unidos durante mucho tiempo, y mi público es latino".
"El público latino, desde que empecé a venir a California, Chicago y Nueva York, Houston, al día de hoy, ha cambiado mucho. Al principio era de primera generación y ahora me encuentro con gente que le cuesta más hablar castellano y la radio que escuchan es [mayoritariamente] anglo. Ya no es una generación nostálgica del pasado. Esa es una circunstancia de los latinos de aquí".
"Cuando voy a México o Argentina, las diferencias son muy palpables", prosigue. "El público mexicano no tiene mucho que ver con el argentino. Y lo mismo ocurre en España: el público español de hace cinco años es distinto con el de ahora, que está viviendo una época de crisis, un par de años tristes..." .
"Todo eso lo ves en el concierto y te sientes responsable de que este público ha pagado mucho dinero y me preocupo para que regresen a casa con una sonrisa en la boca. Ni que les dure poco. Pero tengo que intentar hacerlo. Todas esas son circunstancias ajenas a mí, porque la música es la misma. Pero a cada lugar vas con las circunstancias que rodean al público que asiste al concierto e intento ser consciente de lo que les pasa".
Con la música como parte indisoluble a su personalidad durante la mayor parte de su vida, Bunbury duda a la hora de responder dónde se ve en quince años.
Cuando lo hace, exclama riendo: "¡En la residencia de ancianos! Ya he visto una por aquí en Los Ángeles que me ha encantado".
Más serio, afirma que "pues no sé. A lo mejor empiezo a pensar que los discos no son lo más importante de mi vida y que hay determinadas cosas que necesitan más de mi persona". "Y me importa menos esa ambición que todavía tengo por tocar en un concierto y llenar un local enorme y satisfacer a la gente. Son las cosas que tenemos los artistas, que queremos avanzar en nuestra carrera. No sé si en quince años eso será lo importante".
Ahora mismo, lo que sí es prioritario es proseguir con su carrera como solista, aunque al respecto reconoce que "en ningún momento abandonas un grupo y en ningún momento dejas de ser un solista. Por mucho que en la portada del disco ponga Enrique Bunbury, yo trabajo en equipo, con un mánager, un ingeniero de grabación que lleva diez años conmigo, mi asistente de producción que lleva 15 años, mis técnicos, mis músicos, a los que trato de cuidar para que estén conmigo el máximo tiempo posible...".
"En realidad trabajo igual que cuando estaba en un grupo. Y mi ambición era exactamente igual a la de ahora: transmitir cosas muy interiores, personales. Yo escucho cosas que hacía con Héroes del Silencio que eran tan personales, tan mías, como cuando canto ahora mismo. No le encuentro tanta diferencia. La única es el nombre que aparece en la portada".
Desde que empezó a navegar con Héroes del Silencio, en 1984, la industria musical ha cambiado radicalmente, hasta el extremo que se habla de una crisis eterna. Para un artista como él, la única forma de lidiar con ello es "obviándolo todo", sentencia. "El problema dentro de la industria es un problema de transición. Estamos en un lugar entre dos aguas, en el que tarde o temprano todo se va a situar en un cauce normal". "Ahora mismo quedan tantas incógnitas por resolver que al final cada uno tenemos que dedicarnos a hacer lo que tenemos que hacer. Yo tengo que componer canciones y hacer conciertos. Y voy a intentar tirar por ese lado".
Bunbury prosigue afirmando que "yo tengo mis teorías con respecto a lo que está sucediendo con la industria y cómo se puede resolver. Hay muchas fórmulas, pero mientras tanto la nave se está tambaleando que da miedo. El mar es muy jodido y cuando el barco se mueve parece que se está hundiendo el mundo y no hay posibilidad de salir con vida. Afortunadamente, después de la tormenta llega la calma".
"Ahora mismo estamos en una época tormentosa en la que hay que resolver muchos asuntos. Una vez se resuelvan ya nos iremos haciendo una idea de cómo se pueden seguir haciendo discos. A lo mejor la industria discográfica debería cambiar de nombre y no hablar de discos, sino de industria en torno a la música. Eso es lo que importa. Y ahí hay muchas fórmulas. Las nuevas tecnologías nos están beneficiando y perjudicando. Todo es cuestión de balance", concluye.
Entrevista y texto: Josep Parera
Entrevista: La Opinión
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