01 noviembre 2008

Enrique Bunbury cumple su promesa

Enrique Bunbury lo aseguró desde un par de días antes. Su concierto sería espectacular e inolvidable... y lo fue. Especialmente para quienes han seguido la carrera en solitario del intérprete pues, completamente ubicado en su papel de artista de culto, Bunbury complació a su gente de principio a fin.

Fue tal la inquietud del zaragozano por hacer gozar a los 19 mil espectadores que abarrotaron por completo el Palacio de los Deportes, que apenas interpretó dos temas de Hellville de Luxe, su nuevo disco. La fórmula funcionó, pues el resto del recital estuvo enmarcado por éxitos de la discografía completa de quien fuera cantante y líder de Héroes del Silencio.

Afuera del recinto, desde algunos minutos después de las 20:00 horas, el caos reinó. Cientos de jóvenes, la mayoría de ellos vestidos de negro, deambulaban entre los puestos de memorabilia con la esperanza de conservar un recuerdo físico del regreso de Bunbury a la capital mexicana.

Los accesos, atestados de gente, parecían insuficientes para dar cabida a quienes, con boleto en mano, trataban de ser los primeros en ingresar con tal de estar lo más cerca posible de su ídolo. Una vez dentro era cuestión de esperar.

El inicio del concierto estaba contemplado a las 21:00 horas, sin embargo, la presencia del español y su banda se retrasó por 40 minutos. De nada sirivieron los cánticos de ‘¡Enrique, Enrique!’, la gente debió esperar.

Finalmente, cuando apareció sobre el escenario, con pantalón y camisa negra y un sombrero vaquero, Bunbury enloqueció a sus seguidores.

El club de los imposibles fue la apertura de un recital que desde sus primeros momentos dio indicios de que sería apasionado. Los gritos histéricos de la gente así lo confirmaban.

Sobre el escenario, los músicos de Enrique se lucían en sus ejecuciones, aunque dejaban que fuera el vocalista quien luciera con sus movimientos, sus ademanes y su interacción con la gente.

“¡Buenas noches cabrones!”, dijo Bunbury a manera de bienvenida, momentos antes de interpretar La señorita hermafrodita a la que le siguió Hay muy poca gente, el sencillo de su álbgente, el sencillo de su álbum más reciente.

“Venimos a presentar Hellville de Luxe, es un disco de guitarras. Ahora, no sé si ustedes sean fresones o si entre algunos de ustedes hay algunos a quienes les guste el rock and roll. Si hay alguno que no le guste, esto les va a doler”, comentó el español antes de interpretar Bujías para el dolor.

A lo largo del concierto, lo mismo se veía al cantante contonearse al ritmo de la música, adoptar poses flamencas y rasgar su guitarra apasionadamente. Todo le celebraban por igual.

Siguieron canciones como Si no fuera por ti y Sólo si me perdonas, en la que antes de interpertar dijo: “Esta es una balada para la gente sin capacidad de perdonar. Es una canción para que la bailen ustedes muy agarrados”.

Sácame de aquí, para la que Enrique lució una camisa distinta, roja con estrellas en color negro, y una estola negra, despertó a quienes para ese momento aún no se habían contagiado del ímpetu del cantante.

El escenario, iluminado en tonos rojos, semejaba un cabaret ideal para que la distintiva voz del pequeño cantante entonara Porque las cosas cambian y El extranjero, para la que uno de sus músicos utilizó un acordeón. Desmejorado, Contar contigo e Infinito, una de las más coreadas de la velada, mantuvieron la tónica.

“Tengo muy claro de dónde vengo, yo provengo de la música negra, del blues, así que este es un homenaje a esa música que a mí me cautivó”, expresó emocionado el cantante.

Le siguieron canciones como El hombre delgado que no flaquerá jamás, también de sus nuevo disco, Sí, El rescate, Apuesta por el rock and roll y Lady Blue.

Tras ellas se despidió de la gente sonriente, evidentemente satisfecho por los resultados del concierto. Sin embargo la gente no lo dejaría ir tan fácilmente y de nuevo los gritos de ‘¡Enrique, Enrique!’, retumbaron en el Domo de Cobre.

Aunque el frío al exterior arreciaba, adentro el calor de la gente hacía posible ignorarlo. Enrique y sus músicos, Álvaro Suite y Jordi Mena en las guitarras; Robert Castellanos en el bajo; Jorge Rebenaque en los teclados y el acordeón y Ramón Gacía en la batería, bastaban para calentar la noche.

Enrique Bunbury lo aseguró desde un par de días antes. Su concierto sería espectacular e inolvidable... y lo fue. Especialmente para quienes han seguido la carrera en solitario del intérprete pues, completamente ubicado en su papel de artista de culto, Bunbury complació a su gente de principio a fin.

Fue tal la inquietud del zaragozano por hacer gozar a los 19 mil espectadores que abarrotaron por completo el Palacio de los Deportes, que apenas interpretó dos temas de Hellville de Luxe, su nuevo disco. La fórmula funcionó, pues el resto del recital estuvo enmarcado por éxitos de la discografía completa de quien fuera cantante y líder de Héroes del Silencio.

Afuera del recinto, desde algunos minutos después de las 20:00 horas, el caos reinó. Cientos de jóvenes, la mayoría de ellos vestidos de negro, deambulaban entre los puestos de memorabilia con la esperanza de conservar un recuerdo físico del regreso de Bunbury a la capital mexicana.

Los accesos, atestados de gente, parecían insuficientes para dar cabida a quienes, con boleto en mano, trataban de ser los primeros en ingresar con tal de estar lo más cerca posible de su ídolo. Una vez dentro era cuestión de esperar.

El inicio del concierto estaba contemplado a las 21:00 horas, sin embargo, la presencia del español y su banda se retrasó por 40 minutos. De nada sirivieron los cánticos de ‘¡Enrique, Enrique!’, la gente debió esperar.

Finalmente, cuando apareció sobre el escenario, con pantalón y camisa negra y un sombrero vaquero, Bunbury enloqueció a sus seguidores.

El club de los imposibles fue la apertura de un recital que desde sus primeros momentos dio indicios de que sería apasionado. Los gritos histéricos de la gente así lo confirmaban.

Sobre el escenario, los músicos de Enrique se lucían en sus ejecuciones, aunque dejaban que fuera el vocalista quien luciera con sus movimientos, sus ademanes y su interacción con la gente.

“¡Buenas noches cabrones!”, dijo Bunbury a manera de bienvenida, momentos antes de interpretar La señorita hermafrodita a la que le siguió Hay muy poca gente, el sencillo de su álbum más reciente.

“Venimos a presentar Hellville de Luxe, es un disco de guitarras. Ahora, no sé si ustedes sean fresones o si entre algunos de ustedes hay algunos a quienes les guste el rock and roll. Si hay alguno que no le guste, esto les va a doler”, comentó el español antes de interpretar Bujías para el dolor.

A lo largo del concierto, lo mismo se veía al cantante contonearse al ritmo de la música, adoptar poses flamencas y rasgar su guitarra apasionadamente. Todo le celebraban por igual.

Siguieron canciones como Si no fuera por ti y Sólo si me perdonas, en la que antes de interpertar dijo: “Esta es una balada para la gente sin capacidad de perdonar. Es una canción para que la bailen ustedes muy agarrados”.

Sácame de aquí, para la que Enrique lució una camisa distinta, roja con estrellas en color negro, y una estola negra, despertó a quienes para ese momento aún no se habían contagiado del ímpetu del cantante.

El escenario, iluminado en tonos rojos, semejaba un cabaret ideal para que la distintiva voz del pequeño cantante entonara Porque las cosas cambian y El extranjero, para la que uno de sus músicos utilizó un acordeón. Desmejorado, Contar contigo e Infinito, una de las más coreadas de la velada, mantuvieron la tónica.

“Tengo muy claro de dónde vengo, yo provengo de la música negra, del blues, así que este es un homenaje a esa música que a mí me cautivó”, expresó emocionado el cantante.

Le siguieron canciones como El hombre delgado que no flaquerá jamás, también de sus nuevo disco, Sí, El rescate, Apuesta por el rock and roll y Lady Blue.

Tras ellas se despidió de la gente sonriente, evidentemente satisfecho por los resultados del concierto. Sin embargo la gente no lo dejaría ir tan fácilmente y de nuevo los gritos de ‘¡Enrique, Enrique!’, retumbaron en el Domo de Cobre.

Aunque el frío al exterior arreciaba, adentro el calor de la gente hacía posible ignorarlo. Enrique y sus músicos, Álvaro Suite y Jordi Mena en las guitarras; Robert Castellanos en el bajo; Jorge Rebenaque en los teclados y el acordeón y Ramón Gacía en la batería, bastaban para calentar la noche.

El reloj marcaba las 23:15 horas y la gente quería más, y Bunbury los complació.

Regresó para interpretar Los restos del naufragio, Irremediablemente cotidiano y El viento a favor con las que nuevamente dijo adiós, y otra vez fue obligado a regresar para cantar No me llames cariño, Canto (el mismo dolor) e ...Y al final con la que terminó el concierto.

En punto de las 24:00 horas, la gente esperaba que Enrique Bunbury reapareciera otra vez sobre el escenario, pero la medianoche significó el adiós hasta el primer trimestre de 2009, cuando Bunbury prometió regresar y al parecer, él cumple lo que promete.

Fuente: Exonline


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