09 noviembre 2012

Reseña de la presentación de BUNBURY en el Grammy Museum de L.A.



Desde hace ya varios años, Enrique Bunbury se ha convertido en uno de los músicos favoritos de la audiencia latina en la ciudad de Los Ángeles, por lo que resultaba de algún modo natural que se mudara a esta ciudad, en la que radica desde hace algún tiempo.

Es por eso que el evento que se realizó el pasado 9 de octubre para homenajear al cantante español en el Grammy Museum de L.A. Live tuvo un gusto muy íntimo y casero, respaldado por el hecho de que se llevó a cabo en el Teatro Clive Davis, un auditorio pequeño con capacidad para pocos asistentes y una cantidad limitada de invitados entre los que afortunadamente nos encontramos, lo que nos permitió no sólo ser testigos de un inusual set acústico, sino también de un interesante conversatorio que tuvo al ex Héroes como protagonista.

El interlocutor del rockero fue Josh Kun, un joven profesor universitario que ha apoyado siempre la escena del rock latino a pesar de ser anglosajón, y que admitió desde el inicio sentirse nervioso debido a que el invitado -ampliamente conocido por el interés que pone en su privacidad- no suele participar en actividades de este tipo y, mucho menos, desenchufar su propuesta musical, que posee generosos arreglos eléctricos.
Como era de esperarse, Kun se alejó completamente del plano de los chismes para entablar un diálogo académico y sesudo que probablemente aburrió a algunos de los presentes (a fin de cuentas, había varios niños y varios adultos que no dominaban el español), pero que resultó sin duda fascinante para quienes se interesen en el aspecto musical de un artista que a través de su carrera ha mostrado un eclecticismo imbatible.

En vista de que Bunbury lanzó recientemente "Licenciado Cantinas", un disco compuesto por elaboradas reconstrucciones de temas latinoamericanos cuya versión fílmica se encuentra ahora mismo nominada a un Grammy Latino, el intercambio verbal se centró en su adopción de esos ritmos y estilos, que según él han sido "cantos de ida y de vuelta" y que, en su caso, fueron aprehendidos (y aprendidos) durante sus propias giras por dichos territorios, que lo contactaron primero con las canciones y después con los compositores.
Cuando le tocó el turno de explicar su elección de un tema instrumental ("El amor, el cielo y tú", de Agustín Lara) para abrir la placa, Bunbury reconoció que esto tuvo que ver con su temor de que se le acusara de haber hecho un disco menor por la falta de composiciones propias, aunque según él mismo le puso el mismo esfuerzo que a sus otras obras; y cuando Kun intentó un complejo análisis temático de la producción, lo aprobó, pero agregó con mucha chispa que "le faltó la cantina", en alusión a los innumerables bares recorridos para escuchar a los auténticos músicos populares.

Aunque el español suele ser serio y hasta distante, en esta ocasión mostró unos destellos humorísticos brillantes, como cuando se refirió a los salseros de la rama dura para compararlos a unos rockeros que, a su lado, "parecen Dora la Exploradora". Del mismo modo, al aludir a sus aires mestizos, citó "una contaminación que no es para nada negativa", y que lo lleva, por ejemplo, a tener en alta estima lo que la mexicana Lila Downs hace actualmente.

La sesión de preguntas del público que se abrió luego tuvo también momentos llamativos. Bunbury no quiso hablar demasiado de su siguiente álbum, pero afirmó que espera que "no suene a ninguno" de los anteriores y que "posea mucha polirritmia"; además, reconoció las virtudes de su presente banda, Los Santos Inocentes, sustentadas en el encuentro de una meta en común; y confesó que la última vez que se emborrachó con el grupo fue en El Tenampa, de Ciudad de México.

La parte musical lo encontró ya acompañado de tres músicos circunstanciales: uno en el bajo, otro en el acordeón y el piano y uno más en una guitarra acústica que se sumaba a la que él mismo llevaba. Pese a sus temores declarados de que el material perdiera algo de su nivel en este formato, la mayoría de las piezas escogidas adquirieron aires novedosos e inspirados, sobre todo en el caso de "Sácame de aquí", cuya letra desgarrada se pudo apreciar perfectamente bajo el influjo de una voz completamente expuesta y en estado idóneo.

El acto se completó con "El extranjero" (de lo mejor que ha hecho), "Ódiame" (donde mencionó una pugna entre Ecuador y Perú por la autoría de la composición), "El rescate" (que mantuvo de algún modo su aspecto psicodelicón), "De todo el mundo" (la menos entretenida), "Apuesta por el rock'n'roll" (con la impronta Dixieland de su encarnación tardía) y "Porque las cosas cambian" (que cerró la faena en plan festivo).

Fuente | manganzon.com


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