14 diciembre 2011

'Licenciado Cantinas': el alma latina de Enrique Bunbury, al desnudo


El aragonés saca a la venta hoy su séptimo álbum en solitario, que recorre el territorio hispanoamericano de punta a punta.
Flaco Jiménez, Dave Hidalgo y Elíades Ochoa han colaborado en algunas canciones.
MADRID. Enrique Bunbury publica hoy su séptimo álbum desde que decidió emprender camino en solitario: 'Licenciado Cantinas'. Un homenaje a la música procedente del otro lado del charco, desde el tango a la cumbia pasando por la salsa, el bolero y el tex-mex, entre otros géneros. Todo ello tamizado, claro está, por la caligrafía rockera que impregna el conjunto de la obra de este artista cuya influencia no conoce fronteras.

Grabado en los estudios Sonic Ranch deTornillo (Texas) junto a su banda habitual, Los Santos Inocentes, y mezclado en los estudios Westlake de Los Ángeles (California), el nuevo trabajo de Enrique Bunbury, un disco conceptual dividido en cuatro partes y que el propio artista califica de "cinematográfico y narrativo", está integrado por un total de 15 canciones que recorren el territorio latinoamericano de punta a punta.
Contando con las inestimables colaboraciones de Flaco Jiménez, al acordeón; Charlie Musselwhite, a la armónica; Dave Hidalgo (Los Lobos), a la guitarra; y Elíades Ochoa (Buenavista Social Club), Bunbury dio forma a un disco fruto de un arduo proceso de exploración por el vasto repertorio de un territorio que ha hecho de la música un elemento tan imprescindible para la vida como el aire que respiran quienes pisan sus tierras.

Los temas, uno a uno

'Licenciado Cantinas' se abre con 'El mar, el cielo y tú', un bolero instrumental cuya música y letra desarrolló el Flaco de Oro, el mexicano Agustín Lara, y que sirve para ir entrando en materia antes de pasar a 'Llévame', pergeñada originalmente por Louie Ortega y que cuenta con la participación de otro 'Flaco', en este caso Jiménez, cuyo acordeón se mezcla con el piano de Rebenaque, el contrabajo de Robert 'Bob' Castellanos y la guitarra de Álvaro Suite. Continúa con 'Mi sueño prohibido', en la que hace su aparición estelar el cubano Elíades Ochoa, llegando así a la conmovedora 'Pa' llegar a tu lado'.

La 'Chacarera de un triste', popularizada por los Hermanos Simón, un grupo folclórico argentino, rezuma aires caribeños y eléctricos gracias a la alquimia de Bunbury. Recoge el testigo 'Ódiame', primer single del álbum, y que se constituye en el perfecto exponente del cóctel de sonidos que integran un trabajo tan heterogéneo como equilibrado. Un videoclip dirigido por Alexis Morante en la costa californiana sirve para insuflar nueva vida a esta canción, a la que puso música inicialmente el peruano Rafael Otero a partir de la letra del poeta Federico Barreto y que posteriormente fue interpretada por numerosos artistas.

De tragedias y tumbas

Sin abandonar Perú, Bunbury presta su voz a 'Vida', un vals de Pablo Casas Padilla que deja paso sin tiempo para respirar a la psicodélica salsa de 'Licenciado (El mulato)', de Ricardo Ray y Bobby Cruz. La tragedia de 'El solitario (Diario de un borracho)' le sirve a Bunbury para exaltar esa maldita cura para el desamor que es el licor, saliendo en su ayuda Dave Hidalgo (Los Lobos). El acordeón de Hidalgo toma el protagonismo en 'Ánimas, que no amanezca', con aires de 'corridobanda' que rápidamente se transforma en 'banda-billy' al irrumpir la tuba de Alfredo Corrales. Se alcanza así 'Que me lleve la tristeza', de Marcial Alejandro, en la que el legendario Charlie Musselhite acompaña el canto a la vez dolido que esperanzador de Bunbury.

El aragonés se pone en manos entonces de dos maestros de la salsa, como WillieColón y Héctor Lavoe para cambiar el paso con 'El día de mi suerte'. 'Cosas olvidadas', un tango cuya letra desarrolló el argentino José María Contursi y al que puso música Antonio Rodio; 'La tumba será el final', cargada de dramatismo e intensidad y en la que vuelve a hacer acto de presencia el 'Flaco' Jiménez; y 'El cielo está dentro de mí', con las conmovedoras palabras de Atahualpa Yupanqui, le sirven a Bunbury para rubricar un extraordinario viaje musical por América Latina del que, desde luego, no se puede decir que no lleve a ninguna parte.
Texto: Óscar Bellot

EL ESTUDIO DE GRABACIÓN

SONIC RANCH, UN EMPORIO DEL SONIDO

El lugar elegido para la grabación del disco de Enrique Bunbury fue Sonic Ranch, un impresionante complejo que cuenta con cinco estudios, seis salas adicionales de grabación, equipo 'vintage' junto a la última tecnología... y unas instalaciones fantásticas, que incluyen residencia, zonas deportivas, piscina y estancias llenas de libros, discos y litografías de artistas como Chagall o Dalí.

El rancho que da nombre al estudio (fundado en 1989 por su propietario, Tony Rancich) tiene un siglo de historia. Está situado en Tornillo (Texas), a 50 kilómetros del aeropuerto de El Paso, en la frontera con México y junto al límite estatal con New Mexico, cerca de Roswell y su alienígena Área 51. Allí han grabado los mexicanos Zoé, con quienes Bunbury hizo un tema el año pasado. Pero, también artistas como Ministry, Bullet for my Valentine, DevilDriver, Billy Gibbons, Jumbo, Plastilina Mosh, The Blackout, Nevermore, Elefante, The Clay People, DelSoL, Blue Condition, Un Día de Octubre o Passafire.
HA


0 comentarios:

Publicar un comentario