En el mundo de la música, como asegura el promotor de conciertos Gay Mercader, hay más fracasos estrepitosos que aciertos cuando un artista se reinventa. «Es una industria que detesta los cambios», afirma. Eso está comprobado. Bunbury lleva 14 años como solista.
En noviembre pasado, llenó tres veces seguidas el Teatro Gran Rex. «Me siento en mi casa en América», canta en «El extranjero».
-Se respira mucha energía en el ambiente de Buenos Aires, ¿le trata esa ciudad, o América, de un modo especial?
-La relación con Buenos Aires ha sido magnífica desde las primeras visitas, en los primeros años con Héroes del Silencio, cuando tocábamos por pequeños clubes. Seguimos haciendo conciertos en los 90 y, luego, en mis giras solistas. Son muchos años de amor porteño. Les estoy muy agradecido por el cariño y por la comida, la bebida y la música ¡y la noche!
-Y España, ¿cómo le trata?
-Me siento muy querido en mi país. Desgraciadamente, la industria cultural española está sufriendo un grave revés del que espero se recupere pronto.
-Mantiene un poso de dolor en sus letras. ¿Parte de los malos sentimientos para componer?
-Pienso en el sentimiento trágico de la vida unamuniano y sí, me reafirmo: soy español, luego dramatizo.
-Ese rasgo le emparenta con otro amigo suyo, Nacho Vegas. ¿La oscuridad arroja luz sobre lo que nos pasa?
-La oscuridad es oscuridad allá donde esté. Sinceramente, no veo muchos motivos para reírme leyendo las noticias que aparecen en cualquier diario del mundo. Y, menos, con lo que nos ocultan.
-¿Puede el rock cambiar el mundo? ¿Por qué no hace canciones con fondo político?
-Las hice: «Anidando liendres», «Irremediablemente cotidiano»… incluso «Nunca se convence del todo a nadie de nada» tiene un trasfondo politico. Y me gustaría hacer más canciones social y políticamente comprometidas. Creo que, en el futuro inmediato, todos tenemos que volver al activismo para cambiar una situación insostenible.
-No agradece el disco a familia y allegados, sino a quienes lo compren: ¿humildad o malos tiempos para la lírica?
-La inscripción del fondo de la carpeta es una leyenda que escriben ahora las discográficas para apoyar al consumidor de música física. Se lo dedico y agradezco a todo mi equipo durante diez años de giras.
-El rock de raíz como al que usted rinde homenaje, ¿sigue interesando o está sepultado?
-Pienso que hay sitio para todos. La música la puedes catalogar para guiarte sin perderte por el camino del conocimiento de su historia; pero puedes disfrutarla simplemente como un aficionado y, ahí, las etiquetas se reducen a me gusta o no me gusta. Sigo oyendo música de los veinte, treinta y cuarenta. También escucho, y mucho, la que se hace hoy, que considero de gran calidad. No entiendo a los que dicen que ya no se hace música con la calidad de los sesenta y setenta. Creo que es mentira y que, a día de hoy, hay músicos con muchísimo talento regalándonos los oídos. Sólo hay que estar atento.
-¿Cómo ha cambiado su forma de entender la música en estos últimos?
-Sigo siendo un apasionado de mi profesión. Son algunos elementos externos los que la afean. Componer, grabar, interpretar canciones… es un regalo que hay que saber agradecer todos los días.
-¿Se imaginaba el éxito como lo está viviendo después de Héroes del Silencio?
-No. Cuando eres más joven te imaginas el éxito de forma mucho más superficial. Actualmente valoro más que antes el reconocimiento entre mis compañeros de profesión.
-«Todo tiene consecuencias», ¿esa es la enseñanza del rock?
- Es, quizá, la enseñanza de la vida.
Sin mal fario
A Bunbury se le odia o se le ama. No hay grises, pero los que le conocen hablan de un tipo distinto del cantante afectado, hay quien diría histriónico. Calamaro, Quique González, Loquillo, Raphael, Buenafuente o Jaime Urrutia son algunos de sus amigos que participan en un documental sobre su trayectoria: «Porque las cosas cambian». ¿No da mal fario un documental con carrera por delante? «No me considero importante para que lo hagan, pero creo que, después de 25 años de carrera, ‘‘Gran Rex’’ sería buen cierre. Sin flecos».
Fuente | La Razón
Texto | Ulises Fuente
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