23 octubre 2010

"El aragonés Incómodo" por Imanol Martínez



Su biógrafo Pep Blay cuenta que al llegar al estudio de Girona en 2001, el zaragozano recibió la noticia de su entonces esposa Nona Rubio: ella abandonaba la tripulación. En el Huracán no supieron qué hacer, quizá posponer la producción, darle un tiempo para volver a casa y solucionar las cosas; pero Enrique volvió decidido: el disco se hacía. Así se grabó “Flamingos”, y en él no faltó la despedida a la lady, en el comienzo del final. Una despedida amarga de quien, contra las cuerdas, después de la lluvia asteroides, sabe proponer “seguir dando vueltas si aguantas de pie”.

Él es un tipo al que no le gusta sentirse cómodo. Sólo partiendo de esta premisa uno puede seguirle el rastro a su errante recorrido sin desconcertarse demasiado. Cuando el silencio no daba para más, se aventuró a un eléctrico que le costó muchos seguidores; de aquél Radical Sonora la mayoría sólo puede recordar la impostura de una Ariadna de apellido Liddell quien “dice que te quiere cuando ya te ha abandonado”.

De modo pues que está dicho que la comodidad no le va. Un Huracán Ambulante le dejó de ser suficiente después de un viaje a ninguna parte y un show de raros; y en una noche cualquiera, a mitad de un concierto, abandonó el escenario y se largó a la Habana. La disquera no tardó en aprovechar esto para hacer un corte de caja y lanzar un recopilatorio.

Después de este retiro temporal, echó mano de un escritor de oficio que ejercía a veces también de cantante, quien ya lo había acompañado durante algunas presentaciones del Freak Show: Nacho Vegas. Y con él en 2006 anunciaron “El tiempo de las cerezas”. No pudo haber mejor señal, con el primer single a la voz de Vegas: “hay días en que valdría más no salir de la cama, en sólo un minuto vi mi vida cambiar”.

Ya desde aquella gira figuraban los Santos Inocentes en el escenario, pero Enrique habría de dar una vuelta más, mucho más grande, antes de volver a estar sólo. El ambicioso plan consistía en volver al mutismo y apostar por el rock n’ roll.

La Arquitecta muchas veces me lo dijo, creía firmemente en que Bunbury tenía un escritor fantasma, un Enrique que escribía las canciones, pues no podía creer que el mismo que da entrevista sea el mismo que compone. Yo no sé. La verdad es que a veces cuesta trabajo creerlo cuando las entrevistas se le van en presumir hazañas de cantinas que están muy por debajo de los infinitos, o en enumerar tiendas dónde comprar discos de vinilo. No sé, si fuera así yo me quedó con el Bunbury de los escenarios, con ese que confiesa –tequila en mano- que la noche anterior ha tenido un sueño donde se le ha aconsejado no consumir golosinas.

Hemos dicho que al aragonés errante le gusta estar incómodo. Y así fue natural la pregunta después del esperado encuentro sucedido en dos mil siete con los Héroes del Silencio, ¿qué seguía? Regresar no es su estilo. Armarse otro viaje con el Huracán no sonaba convincente. Y en ese terreno, un disco desde el Hellville sonaba perfecto. Un Bunbury en solitario con los rastros que la apuesta por el rock n’ roll le dejó.

El “Hellville de Luxe” es, a mi gusto, el mejor disco de Bunbury. Un disco árido y oscuro, donde las olas negras esperan el regreso y donde es preferible bailar charlseton en vez de estar parado como un viejo Willie Nelson aconseja. Por ello y más me quedo con la villa del infierno, pese a la polémica por las líneas del hombre delgado que no flaqueará jamás que un muerto no podría rebatir.

De la gira con la que ahora llega a la ciudad, los seguidores ya pudieron tener un adelanto: unas curiosas tres funciones en el último horario del cine, ver un concierto grabado para al Canal+ en la, tan de moda, tercera dimensión. Y si el próximo sábado comienza del mismo modo, con Bunbury y una guitarra acústica entre calaveras interpretando “El tiempo de las cerezas”,  el espectáculo se antoja interesante. Ya sea coreando un cover de Jeanette (un track que suena un poco a la fuerza en medio de un disco casi de culto, como lo quieren ver algunos) o acompañando al boxeador en medio de la playa.

De manera pretenciosa, el documental que acompaña al disco de la –de por sí pretenciosa y ambiciosa- gira “Freak Show” cierra con el propio Bunbury leyendo un poema de Jaime Gil de Biedma: “Pero ha pasado el tiempo/ y la verdad desagradable asoma/ envejecer, morir/ es el único argumento de la obra”. Aunque para el aragonés errante las dimensiones del teatro cambian cada noche, o cada que se siente cómodo, el argumento se anuncia inevitablemente el mismo.

Venga pues, bienvenidos al club de los imposibles, mientras lo que nos queda por vivir no volvamos a pedir permiso, pues las cosas cambian y las consecuencias son inevitables.

"A Jean (el señor director)
 y al Club de los imposibles."

Texto: Imanol Martínez


0 comentarios:

Publicar un comentario