A las personas se les atribuyen, por tradición heredada y por recurso al mostradamente falaz “sentido común”, un par de rasgos distintivos relacionados con aquello que les es más ajeno: el tiempo y su flujo. Una es que procuran eternizarse en la juventud, con todos los casos de ridiculez extrema que eso conlleva. La otra, íntimamente relacionada, es el miedo a envejecer. Ninguna es muy insólita en un sistema donde el viejo es, según la prima facie posmoderna, peludo, débil, feo y desmemoriado. La intención del músico español Enrique Bunbury, el otrora líder de Héroes del Silencio, en su recientemente publicado sexto disco solista, Las consecuencias, parece ser lograr para el músico de rock una vejez (o madurez, si así se prefiere) digna.
Los puntos más claros en esa búsqueda –luego se verá si intentada o tan sólo ocurrida por los constantes recambios de almanaque– bien pueden ser “Los habitantes” y “Es hora de hablar”, ubicados sobre el cierre del álbum. En ambos, se expresa sobre la necesidad de retomar las cuentas (las charlas) pendientes. Y en la última, particularmente, plantea la existencia de una curva lógica para todo. ¿Incluso para la expresión artística?, se le consulta. Y el cantante nacido en Zaragoza hace 43 años responde: “Creo que el músico de rock tiene la obligación de ser coherente con su edad. Escribir temas adolescentes a ciertas edades no deja de resultar un tanto patético y creo que musicalmente, también, tenemos que evolucionar. Hay casos claros de músicos haciendo discos fantásticos con 60 y 70 años: Bob Dylan, Neil Young, Tom Waits, Tom Petty... Pero son todos músicos anglosajones. A los del rock en español, a toda una generación, nos toca abrir ese camino”.
Para eso, propone Bunbury, es necesario que el hecho de ser alguien de gustos sencillos, como dice serlo, no cercene el interés por lo que ocurre alrededor. Y en ese rededor está la tecnología. Bunbury acaba de ser el primer músico en español en firmar un acuerdo con Abbey Road Live para reproducir y distribuir sus shows en vivo virtualmente: “Son formas de hacer llegar la música, aunque para mí se trate de algo nada emocionante”. Sin embargo, el músico de los rizos eternos decidió presentar Las consecuencias en dos caras, a la vieja usanza, aunque en CD eso quiera decir una cara con dos paquetes de canciones. “La decisión fue previa a la grabación, ideológica, conceptual y necesaria. Este álbum exige del timing del vinilo, de abrir y cerrar cada cara y no sobrepasar los 50 minutos, porque es un disco oscuro, downtempo, reflexivo. No quería convertirlo en un suplicio”, cuenta y describe por las propias este disco introspectivo, de conclusiones y balances imposibles hace 25 años, cuando comenzó Héroes del Silencio.
–Parecerá trabalenguas, pero Las consecuencias es consecuencia de...
–De la aceptación del lado oscuro de cada uno de nosotros, de las dificultades para escuchar al que piensa diferente. Pero también, para mí, tiene una lectura profesional en la que miro atrás sin ira y todo ocurrió por algo. Quizás, hasta ahora, no haya hecho más que ir a la escuela y haya llegado al fin la hora de ponerme a trabajar en serio.
–Eso ya sería una consecuencia de Las consecuencias. ¿Hubo otras?
–Que por primera vez la crítica y el público vayan de la mano. Los discos que más gustaron a la prensa no vendieron un carajo y los que vendieron bien tuvieron pésimas críticas. Que vayan de la mano me hace sospechar. ¿Es una broma pesada o alguien maquinando algo? ¡No me fío!
Aunque sea claro que se hace parte de la broma con la frase final, el sentido se fortalece cuando Bunbury explica su extrañeza por algo muy particular: “Es paradójico que el disco más triste que he grabado en mi vida aparezca en uno de los momentos más serenos y equilibrados que he vivido”. Establecido como artista cenital del rock ibérico, con un cuarto de siglo de trayectoria a tan poca edad (nació en 1967, casi que junto con el rock) y un público fiel que en Argentina lo acompañó con compromiso cuando presentó Hellville de Luxe en el Luna Park, al Enrique humano (esa condición que, a menudo, se retira de los artistas por parecer poco rica) le ha dado no sólo por hacer balances y sacar conclusiones: “El buceo se convirtió en una de mis grandes pasiones. Intento profesionalizarme y me gustaría dedicarle mucho más tiempo”.
–¿No teme? A varios músicos las piletas les jugaron malas pasadas.
–Cuando estás en la industria, no hay nada que temer: ¡bucear entre tiburones es como entrar al despacho de un directivo de un sello!
–Ya que el paso del tiempo es un tema tan caro a Las consecuencias, ¿qué opina del modo en el que ha pasado para la industria?
–Independientemente de no estar de acuerdo con el camino, lo real es que los tiempos cambian. Creo que estamos en una etapa transitiva y que queda bastante para poder ver el cuadro final. Pero no me parece que lo que se avecine sea tan catastrófico. La tecnología también está abriendo nuevos caminos de promoción y distribución, y lo fundamental es que lo que importa realmente, el contenido, lo que nos emociona, no ha estado en peligro. Veo músicos tan maravillosos como hace diez años.
Con la promesa de regresar a Buenos Aires en noviembre e “intentar dar algunos shows en las provincias”, la entrevista termina y el Bunbury que queda cantando en el reproductor aclara que “la verdad es un armario muy solicitado y con poca luz”, como una posdata, como la aclaración de que las mismas preguntas podrán tener distintas respuestas en algún tiempo. Porque las consecuencias, como también canta, y en especial las del paso del tiempo, son inevitables.
Fuente: pagina12.com
Texto: Por Luis Saz
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