Ahora que ha pasado el invierno (tanto climático como personal) y el Sol se deja ver a lo lejos, en mi horizonte personal, con claridad… hablaré de algo curioso que suele ocurrirme con los seres urbanos, especialmente de mediana edad y edad avanzada.
“Charly, tío, ¿esto tiene que ver con la música?”
Ya te digo yo que si, así que lee, que en todo hay ritmo y compás.
Esto se remonta, más o menos, hará ya casi tres años y algo. Yo salía de Atocha hacia Valencia en un Alaris mañanero, deposité mi equipaje de mano en la bandeja sobre la ventana y me coloqué el mp4. No recuerdo que estaba escuchando exactamente, la cosa estaba entre Johnny Cash, Ryan Bingham y Wilco. La lectura, que tampoco recuerdo muy bien cual era, seguramente amena, quizá una biografía de algún grupo o una novela distópica… lo mismo me releí 1984 o vaya usted a saber.
Antes de que el aviso de megafonía que sonaba en el exterior, ese aviso mecanizado con voz femenina que de repente corta una voz masculina anunciando el destino, avisara a los últimos viajeros de la salida del tren… subió una mujer que rozaba el sextenio, de pelo rubio platino casi cano, un chal blanco y unas gafas con monturas al aire que se colocó una vez en su asiento, por cierto, de ventana.
Las cuatro horas aproximadas que dura el viaje se presentaban algo apáticas; el paisaje pasaba veloz y me habían puesto una película poco o nada entretenida y a la hora y media de haber partido de Madrid me dejé caer en brazos de Morfeo. Apoyado sobre mi brazo derecho como pude, me mantuve desconectado durante un largo lapso de tiempo…
Mis ojos se abrieron, no se el tiempo que pasó. Ya no sonaba música en el mp4, incluso uno de los auriculares se había caído y ahora pendía sobre mi pecho. Algo aturdido miré por la ventana, la mujer que ocupaba el asiento de mi lado permanecía absorta en la lectura de su novela, con las gafas en la punta de su nariz. El Sol, always The Sun, brillaba con ganas y me tuve que poner las gafas de sol hasta que, al menos, mis ojos claros se acostumbraran a la luz sin que me dolieran.
Una vez situado en el tiempo, viendo la hora que era y por lo que supuse, algo avanzada, pues ya no había película y si un mapa en la pantalla que indicaba el recorrido del tren, el cual ya había pasado algo más de la mitad del camino, me recliné y traté de acomodarme en el asiento cuando la mujer de mi lado, me habló:
-I think you’ve fallen asleep.
(Creo que te has quedado dormido.)
¡Caramba! Me estaba terminando de despertar y resulta que mi compañera de viaje me estaba hablando en un perfecto inglés. Yo respondí como pude:
-Yes, I was tired and the film was boring.
(Si, estaba cansado y la película me aburría.)
La apacible señora sonrió con una leve carcajada, cerró su libro y lo depositó dentro de su bolso a la vez que se recolocaba sus gafas. De nuevo, dirigiéndose a mí continuó:
-My name is Cathy, nice to meet you.
(Mi nombre es Cathy, encantada de conocerte.)
Yo respondí cortés, con una sonrisa y dándole la mano:
-I’m Charly, nice to meet you too.
(Yo soy Charly, encantado de conocerte también.)
Señalando mis auriculares me pregunta, ahora en castellano pero con acento , que tipo de música estaba escuchando.
Me disculpé, pues quizá el volumen le había molestado aunque no estaba muy alto pero me dijo que no, que no le había molestado en absoluto. Proseguí, ahora, explicándole el tipo de música que estaba escuchando; que era country, blues, rock and roll clásico… pero sorprendida me dijo nuevamente en castellano, idioma que hablaríamos hasta el final del viaje…
-¡Oh! ¡¿Country?! Adoro a Johnny Cash, Hank Williams, Jimmie Rodgers... y el rock and roll de Eddie Cochran, Gene Vincent... y por supuesto ¡El Rey!
¡La hostia! A aquella apacible mujer le encantaba el country y el rock and roll. Aquello era curioso, muy curioso y yo quería saber más.
-¡Es extraño encontrar gente que conozca bien esta música! ¡Que sorpresa!
A lo que ella me respondió, sonriendo:
-Y es raro encontrar gente en un tren, y más en el mismo asiento, que se interese por Hank Williams, Eddie Cochran o Cash.
La conversación se antojaba interesante. La mujer me contó que llevaba ya tiempo en España y que iba a Valencia a visitar a una hermana suya. Nació en Estados Unidos, en un pueblecito de Virginia, creció allí escuchando, por entonces, discos de 45rpm de Gene Vincent, Harry Nilsson, Elvis Presley, Jerry Lee Lewis… que compraba ahorrando o bien los tomaba prestado de sus hermanos. Me habló de lo que significó el rock and roll, el rockabilly y el folk para ella. Sentía especial predilección por Johnny Cash, adoraba los comienzos del “man in black” en Sun Records y las últimas grabaciones con Rick Rubín antes de dejarnos. Me preguntó el motivo de mi viaje, sino era mucha indiscreción, sin problema alguno respondí a su duda. Por aquellas fechas era mánager del valenciano Manolo Tarancón y el motivo del viaje era para cerrar el trato y acordar ciertos puntos.
Me preguntó que tipo de música hacía, comenté que era una música también muy americana. Acústicas, pedal steel, slides, percusión con escobillas… que se asemejaba de algún modo a Ryan Adams, Wilco o a Dylan… Quique González en caso nacional… Sabina…
-¡Oh! Dylan… Ryan Adams me gusta, pero soy más clásica, son de mí tiempo. –Dijo entre risas la buena señora.
-¿Ha escuchado The Last Man Standing? – Pregunté
-¡Por supuesto! Jerry Lee Lewis no ha perdido casi fuerzas y ese Pink Cadillac que se marca con Springsteen… también está Willie Nelson, mí querido Willie Nelson… Kris Kristofferson también aparece. – Respondió ella.
(Señores viajeros, les informamos que nos aproximamos a la Estación de Valencia Nord, no olviden sus pertenencias. Espero que hayan disfrutado del viaje con las líneas de Alaris, RENFE. Muchas gracias)
Nos despedimos, en algún viaje nos encontraríamos…
Charly.-
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