31 enero 2010

TULSA_ Espera la pálida

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Miren Iza, la chica de aspecto dulce y voz sobrecogedora, ha necesitado bastante tiempo para dar forma a las canciones que integran Espera la pálida, segundo disco de su grupo: Tulsa, que viene precedido de un ruidoso murmullo mediático en la escena independiente.

Ocurre cuando firmas una pequeña joya como Sólo me has rozado, un disco intenso, directo, hiriente, lleno de poesía costumbrista y pelín maldita que salió hace tres años, y con el que la chica de Electrobikinis pasó de tocar en garitos con veinte personas a ser reclamada por todos los festivales.

Firmó una de las mejores canciones españolas de los últimos años: Oviedo, homenajeó indirectamente a Nick Drake, Bob Dylan o Leonard Cohen con muchos de sus ripios y, a la vez, ha enriquecido una "cover" de factura tan reciente como sobresaliente: Frente a Frente, de Jeanette, con Enrique Bunbury.

Y la verdad, que para saber de antemano que iba a estar en el punto de mira, le ha salido un disco desquitado totalmente de complejos y presiones, muy distinto a su predecesor en muchos aspectos, sobre todo en el del logradísimo sonido que envuelve Matxitxako, Te ofrecí o Alguien viene a por lo suyo, tan difícil de conseguir en una segunda obra.

Espera la pálida no es un disco fácil. No entra ni a la primera, ni a la segunda. Y mantener la atención en las diez canciones puede ser una tarea ardua si no estás por la labor. Sin embargo, el álbum gana con las escuchas. Y es que una mujer que tiene tan presente la muerte en sus textos, de primeras, produce rechazo. Un rechazo lógico por la que está cayendo. Una vez remitido el mismo, El duelo, por ejemplo, se mete en la cabeza y frases como "no tengo ningunas tablas de la ley" te envuelven y te agarran con fuerza.

Lo que más mola de Miren, con esa voz inofensiva con la que parece que nunca ha roto un plato, es la forma que tiene de cagarse en sus muertos (literal en uno de sus temas). Que consiga hacer elegante, minimalistas, palabras que, en boca de otros, serían una obviedad. Que cuente con Anari para la oscura Araña y su colaboración se aleje de lo esperable en todo momento.

Su folk oscuro, lleno de metáforas y dobles sentidos llegó a nosotros mucho antes de que el inmenso catálogo del género atronara en nuestro mercado. Aparte de una cuestión evidentemente idiomática, su plus de personalidad, su humor negro, la dureza en sus letras son sólo algunos de los detalles que la hacen estar más cerca de Nacho Vegas que de Lourdes Hernández.

Gracias a su segundo disco, Miren va a empezar a ser una autora mucho más amada… y considerablemente odiada. Este disco elevará a Tulsa a la primerísima línea del rock de autor. Al tiempo. Si alguien no lo tenía claro, ha venido a por lo suyo.

Reseña por cortesía de Kike del Toro



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