Eran
casi las tres de la mañana en una calurosa noche de Junio. Despertó de
su letargo al oír fugazmente las sirenas de los bomberos, se podían
percibir a lo lejos muy lejos, tal vez con el ruido de la mañana ni se
oirían pero ahora parecieran más cercanas. El aire, según soplaba,
arrastraba el sonido haciéndolo más intenso hasta volver a desaparecer.
Ya casi no se escuchaban, aunque trataba de agudizar el oído para percibir las sirenas en la lejanía. Por lo que pudo notar, eran más de tres camiones de bomberos los que pasaron a toda velocidad. Lo primero que se le vino a la cabeza fue “Fahrenheit 451”, la novela de Bradbury que leyó hace algún corto periodo de tiempo. Su pelo empapado se enmarañaba sobre la frente, apartándose tres mechones miró hacia su derecha, allí dormía la mujer que esa noche le acompañaba, no recordaba ni su nombre, fueron suficientes dos ginebras con tónica para convencerla de sus encantos embaucadores.
Sin hacer mucho ruido encendió un pitillo mientras se colocaba los auriculares del mp3 y seleccionaba “Grace” de Jeff Buckley, por un momento, mientras sonaba ‘Mojo Pin’ quiso ser Jeff Buckley, morir joven… muy joven, pero ya era tarde. No por edad, pues aun conservaba unos lustrosos veinticinco años y Jeff murió con treinta, pero era tarde, muy tarde, pues era cobarde, muy cobarde como para quitarse la vida de manera “accidental”. Aún así mantenía la idea de morir a los treinta.
Anduvo por el cuarto oscuro sin saber que hacer. Buscaba sus pantalones que esparcidos por toda la habitación se antojaba una explosión de tejido textil. Una camiseta, un tanga, un calcetín... restos de una noche de sexo desconocido que se acumulaban en el fondo de un anudado preservativo. Pasó de seguir buscando la ropa pues se sentía todavía aturdido por lo que marchó hacia el cuarto de baño totalmente desnudo. Entró y encendió la luz, su rostro se reflejó en el espejo pero no era el, aquel reflejo no podía ser el, no, no podía ser el. Normalmente guardaba un aspecto jovial y muy sano pero aquella persona que tenía frente a el presentaba un aspecto demacrado y desgastado por la nocturnidad de sus actos.
de sus auriculares. Regresó al cuarto donde compartía cama con aquella desconocida de pelo moreno, se quedó por un momento observándola desde el umbral de la puerta, era bella y recordaba que fue agradable durante la pasada noche pero ahora quería irse o que se fuera pero eran las cuatro y pico de la madrugada, le parecía demasiado cruel, incluso para el. Aquel atisbo de cariño le hizo estremecerse de manera brutal, se asustó de sus propios sentimientos así que sin pensarlo demasiado se vistió como pudo y aun descalzo pero con las zapatillas en su mano, salió por la puerta de entrada y entró en el ascensor. Descendiendo se iba atando los cordones hasta que llegó al portal, allí terminó de colocarse la ropa y salió a la calle, no sin antes, encenderse otro cigarrillo.
No había demasiada gente por la calle aquella noche de Junio, pasaron dos barrenderos que como el mismo, llevaban auriculares. Ni se miraron, ellos barrían papeles y cigarrillos con almas destetadas que escondían bajo un traje amarillo y verde fosforito. Ahora caminaba calle abajo sin pensar demasiado, coches por allí y taxis por otro lado eran la única vida que le daban a la noche, mejor dicho, madrugada ya.
El sol todavía tardaría en aparecer unas horas, no hacía demasiado calor, se estaba bien pero su sensación interior era la de un frío insoportable, una glaciación mental que le situaba desprotegido en aquella situación.
¿Cómo se llamaría? ¿De donde salió? ¿Por qué está ahí, en su cama, desnuda? Eran muchas las preguntas que se aglomeraban en su cabeza. Para empezar, aquella mujer era algo más mayor que el, se conocieron en algún antro del centro mientras masticaban el ambiente viciado por el humo de cientos y miles de personas. Empezaba a ver con claridad, aunque no toda, como llegó hasta allí. ‘Hallelujah’ no ayudaba demasiado, todo lo contrario, le hundía todavía más en su quejumbrosa historia por montar.
Aquella noche bebió bastante, eso estaba claro, pero no sabe si ella también. Por como estaba la ropa desperdigada diría que la entrada fue apasionada y se pusieron a practicar sexo como animales descarnados. ¿Tan rápido? En fin, otra de las tantas preguntas que aparecerían mientras intentaba conectar sucesos de aquella noche. Si que recuerda la música del momento preciso en el que la chica se le acercó, un tema de aquellos de moda, algo muy pop que con solo oírlo te volvías diabético, pero a ella le encantaba, incluso se lo dijo. Ya teníamos algo más, aquella mujer tenía un pésimo gusto en cuanto a música se refiere y no descartaba que tuviera problemas a la hora de seleccionar el polvo de aquella noche, ni el mismo se consideraba alguien atractivo.
Los pies se le cansaban de tanto vagar por las calles mojadas de la ciudad. Quedaría una hora o dos para que amaneciera, así que, como buen vampiro, volvió a su escondite, lo mismo la extraña acompañante de cama estaría ya despierta y recordaría algo más. Pero no fue así, a su regreso, la chica seguía durmiendo boca abajo en su cama, respiraba tranquilamente pues parecía cómoda incluso por la postura. Ella en cama de un extraño durmiendo a pierna suelta y el tan incómodo acompañado en cama propia. Suspiró con los brazos en jarra y se marchó a la sala de estar donde volvió a encender un nuevo cigarrillo.
Exhalaba el humo y trataba de dibujar formas con el, pero como su memoria, era volátil y de imposible manejo. Encendió el televisor, por la hora que era ya seguramente habría noticias matinales o algún tipo de teletienda cutre, y no se equivocaba pues los primeros canales que aparecían frente a sus ojos solo vomitaban noticias refritas y algún vendedor ciclado que vendía un revolucionario aparato machaca-músculos.
El aburrimiento y al desazón ya le ganaban la partida a la duda y a la inquietud por lo que cayó derrotado en el sofá. Lo siguiente que observó al despertar fue una sala de estar más iluminada y en la televisión una serie ochentera, por lo que pudo deducir habrían pasado varias horas. En cuanto reaccionó y se asentó en el espacio-tiempo fue impaciente hacia su cuarto para ver si aquella misteriosa chica seguía, se acercó sigilosamente a la oscura habitación y allí, sobre la cama, yacía una nota:
“El humo cegó tu vista, la absenta bloqueó tu cabeza y mi veneno te mató de orgullo.
Atentamente: Tu sentido común.”
Salió del cuarto lentamente, a paso firme pero lento, muy lento y se dirigió hasta el equipo de música y pulsó el play. Comenzaba a sonar 'Je T'aime... Moi Non Plus’ de Serge Gainsgbourg y Jane Birkin, se asomó por la ventana de la sala de estar y observó el cielo azulado, hacía sol y era un día precioso, ahora bajaba la vista y contemplaba el caminar de los viandantes… todo se volvía de color blanco hasta que se desplomó en el suelo de su casa mientras su alma saltaba por la ventana.
(A Octavio y sus Experimentos in da Notte. Gracias por el título)
Charly.-
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