Bunbury hizo efecto en Salamanca, muy personal, aunque no logró reventar el Multiusos. A su espalda dos grandes pantallas con imágenes de psicodelia en cuanto las luces se fueron y la oscuridad dio paso al inicio de Hellville. Entró el último, con la banda en vanguardia y él abriéndose camino: gafas de sol, el eterno sombrero vaquero, pose, mucha pose, divo, personalísimo. “Gracias por venir, buenas noches Salamanca”. Vale. “Si a alguien no le gusta el rock, esto le va a doler”. Sobraba.
Delgado como una cerilla, con un vozarrón de los que levantan del suelo, Bunbury sigue fielmente el libro de vuelo de sus conciertos: El club de los imposibles, La Señorita Hermafrodita, Hay muy poca gente..., todo en medio de los flashes de los fotógrafos, como a él le gusta. Y vuelta otra vez a los discos de su carrera. A la tercera se quita las gafas, saluda a los acólitos, algo fríos en el arranque, por cierto y saluda a la ciudad por la que ya ha pasado muchas veces.
Que Enrique es personal en todo ya lo sabe todo el mundo, con esa voz que parece que se arrastra, el look, una mezcla entre Bob Dylan y Howard Stern (locutor de radio de EEUU tan famoso como rompedor), o sus canciones, que bailan y saltan de un estilo a otro sin que no tenga tampoco demasiada importancia. El antiguo heavy se reconvirtió en otra cosa que todavía no parece tener nombre salvo Enrique Bunbury: es él mismo, un espectáculo en marcha que parece haber salido de Halloween en lugar de a tocar. Pero merece la pena, eso desde luego. O te gusta o no te gusta, pero si es de lo primero se convierte en un mito casi religioso; a los otros sólo les queda asumirlo.
Dicen que es un divo, que no tiene demasiado buen concepto de otra cosa que no sea él mismo, pero a fin de cuentas ha sobrevivido y marca un camino tan personal como bipolar: o le amas o le odias, pero medias tintas nada. Después de todo Bunbury es el único que ha conseguido escapar de la larga sombra del grupo que se lo dio todo, que ha intentado rehacerse y no quedar como un juguete roto. Incluso a sobrevivido a los ataques de blogueros demasiado pagados de sí mismos.
Fuente: Tribuna de Salamanca
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2 comentarios:
A Búnbury se le ama o se le odia. Por lo tanto, si le quieres, no sobra nada. Si no le quieres, quizá sobrara todo. Yo estuve ayer en Salamanca, y fue increíble.
Y, por favor, quien sea que escriba esto... ¡¡cuide la ortografía!!
El concierto de Salamanca fue de lo mejorcito que he disfrutado en esta gira, quizás porque no hubo grandes aglomertaciones, quizás porque era sábado y uno disfruta más durante todo el día, quizás porque estuve en un sitio privilegiado sin sufrir agobio, quizás, y es lo más probable, porque realmente fuera un buen show. Al menos lo que sí pude notar, con respecto a otros conciertos de la gira , sobre todo del principio, es que están mucho más rodados, -hasta el bajista parece que se va integrando -poco a poco- con el público y con la banda. Bunbury, como siempre,.., le da igual actuar ante 18.000 que ante 5000, es un fuera de serie, lo da todo. Y nadie es más que nadie. Por cierto,no sobró nada, ni siquiera el " Buenas noches cabrones " que tanto ha ofendido a algunos comparsas y acompañantes neofitos en comprender al artista en un escenario y dentro de un show de rock. ¡¡¡ o es que cuando uno va a la opera está esperando que la soprano se quite la camiseta y se tire al público !!!, pues esto es lo mismo, si vas a un concierto de rock, y de Bunbury más, hay que saber dónde uno se mete.Al que le ofendan tanto las poses, los comentarios, o un simple saludo, quizás es mejor que la próxima vez se quede en casa o vaya a ver algún show estilo Cortilandia ( ahora que llegan las navidades ).
El repertorio, el casi habitual, quitó alguna canción como " si no fuera por ti", y nos regaló " el tiempo de las cerezas "...derroche de enrgia en " no me llames cariño ", que, para mi gusto, siendo una canción de las pequeñas, en este directo, se hizo enorme, y eso solo lo saben hacer los grandes. Por cierto, como anécdota, muy bueno el brindis por Unamuno, ..., aunque mucho público no lo supo entender...¡¡¡ en Salamanca !!!.
Enfin, como dice Homer. Increible.
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