27 enero 2012

En la frontera de ninguna parte. Crónica Enrique Bunbury


Artesano y nómada del rock n'roll. La búsqueda por la satisfacción personal de Enrique Bunbury no entiende de límites, artes y leyendas. El artista errante camina por las carreteras de medio mundo para encontrar la evolución perfecta en su sonido. Una curiosidad que lo hace Artista mayúsculo, de los que toman sus conciertos como guerras interiores y de los que cuando te han enseñado todo lo aprendido solo te queda su imperioso recuerdo. En la frontera de ninguna parte, en el abismo de la rebeldía, con las botas puestas y un arma sujetada con firmeza, su voz.

Debido al cambio de fecha por una faringitis y al día martes -demasiado raro para los trabajadores- el recinto no se llenó. Pero los más fieles estaban allí y desde el primer rasgueo de guitarra se palpó que no le iban a faltar ánimos al aragonés. Los Santos Inocentes hicieron acto de presencia pasadas las 21:15 horas, directamente salidos de un bar de El Paso, como en una película de Robert Rodriguez .La instrumental El mar, el cielo y tú introdujo la entrada de Bunbury engalanado con traje negro y llamas - comprado en el bazar del infierno más freak- para entonar Llévame . El disco Licenciado Cantinas comenzaba el show, con aires latinoamericanos pero con esencia rock. "Los virus no saben nada de los fines de semana, vamos a pagarles con creces las molestias" fueron las primeras palabras del cantante a su fervoroso público. Y las molestias se olvidaron con las primeras notas de Irremediablemente Cotidiano con un Bunbury crecido y con los Santos en el cielo a golpe de riffs. Es lo que tiene no pertenecer a ningún sitio, no llevar bandera, ni distinción, ni etiqueta. La música suena libre sin comparativas. Avisados de un set list melancólico, nada mundano, El Solitario, La Señorita Hemafrodita y El Extranjero transportaron al purgatorio donde las almas rezan a la Santa Muerte mexicana. El single del Licenciado, Ódiame, lucido en directo desató al Bunbury luchador, al amante del boxeo y lo precario. Sus ideas bajo su sombrero y a por la batalla; Anidando Liendres y uno de los mejores temas de la noche Los Habitantes. Y con el despecho grabado a fuego más golpes a ritmo de batería, patadas al suelo y No me llames cariño como llanto amargo.

Sólo era el principio, en los rostros de los incondicionales que hervían con los paseos discográficos del fronterizo. Ánimas que no amanezca, la coreada Sácame de aquí, Que tengas suertecita, El día de mi suerte… Todo engalanado con la banda, acordeón y contrabajo en el reparto, jugando su pequeño papel con elegancia y descaro. El Bunbury intimista el que se abre las venas con cada palabra apareció con su descriptiva De todo el mundo, canción que le viene como anillo al dedo en forma de legado.
Vagabundo siempre de paso se sucedieron los éxitos en su camino almeriense. Sí, Infinito y la versión de Mi sueño prohibido del artista cubano José Tejedor incluida en Licenciado Cantinas que apunta entre las más coreadas del álbum.

Pero llegaba el final y el desierto se alzaba en el horizonte. Antes del primer bis la presentación oficial de cada miembro de Los Santos Inocentes y El hombre delgado que no flaqueara jamás entre cactus muy cerca de Tabernas, las guitarras se convertían en oasis para la embrutecida letra y las calaveras. Dos bises; el primero con Porque las cosas cambian y Sácame de aquí- joyita de Flamingos- para escuchar a media luz , bien se sabe. En el segundo y de pulmón Las Consecuencias y para terminar el vals perfecto con …Y al final. Y los asistentes se ataron con todas sus fuerzas al momento y nadie abandonó el recinto. Sólo aplausos y admiraciones, sí, a ese artista con sus rarezas cargadas de belleza.

Bunbury conduce por un mundo inexplorado en un Ford del Rey chamuscado hablando con coyotes y bebiendo tequila en las cantinas del sur. Su combinación es experiencia, sus lugares canciones, él ve más allá de las formas se adentra en el folklore con cuchillo, sin miedos. Su satisfacción es contentarse a si mismo pero consigue contentarnos a todos, es el valor de dar ese paso de quitarse el yugo, es ser carne de escenario. Oscar Wilde le dio su apellido y también su lema "No voy a dejar de hablarle sólo porque no me esté escuchando".

Próximo destino Ninguna Parte

Fuente | achorock.com

PARTICIPA | Opina en nuestro foro


0 comentarios:

Publicar un comentario