07 mayo 2010

Bunbury en Nueva York

Julio Valdeón Blanco | Nueva York

"Yo a Bunbury lo sigo desde el principio". Amado, dominicano y devoto del aragonés, aguardaba impaciente su salida al escenario del Irving Plaza. "Qué puedes decir de un tipo que en cada una de sus canciones tiene un par de versos en los que parece hablar de tu propia vida... Es un poeta, un genio". Su emoción era compartida por todos los asistentes. El concierto se enmarcaba en una gira que lo ha llevado de océano a océano y de Nashville a Detroit o Chicago.

"El único problema" observaba cariacontecido, "es que últimamente ya sólo canta temas lentos, románticos". ¿Románticos? Aclaremos. Se refiere al abandono, por parte del autor de El aragonés errante, de la épica consustancial a Héroes del Silencio en favor de unos sonidos mucho más ricos, a su querencia por la ranchera, a su magisterio en el country, a los efluvios de tango, cabaret o jazz que comenzó a incorporar hace década y media.

Si Amado hubiera sabido... El Bunbury del directo, el que hoy se hace acompañar por unos muy profesionales Santos Inocentes, no es el que viajaba con El Huracán Ambulante. Ha arrinconado los vientos, el acordeón, el vértigo en plan Tom Waits. Ha colocado el gatillo, el foco, sobre los guitarrazos. Lejos del terciopelo, las maneras de crooner, la herencia de Cohen de sus últimos sensacionales discos, reivindica las poses rockistas, acaso la faceta menos apabullante del único músico español que puede por derecho reivindicarse como estrella de alcance universal.

Quienes duden de su tirón debieran tomar nota de la composición de su audiencia neoyorkina. Pocos, muy pocos españoles, de esos tan habituales en los espectáculos que ofrecen allende los mares nuestros artistas, y si muchísimos mexicanos, ecuatorianos, colombianos, dominicanos, etc. Con lo fácil que le sería dejarse llevar por la facilidad de patear territorios ya conquistados, abre mercados a mordiscos, en viajes eternos por carreteras improbables para una estrella de su caché. A eso se le llama oficio, vocación, gallardía.



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